La mañana se presenta fresca y, aunque el cielo de Córdoba amanece totalmente cubierto de nubes, en ningún momento se percibe amenaza de lluvia. Quizás por eso sonríe relajada Ana en la habitación de hotel con vistas a la Mezquita-Catedral. Por eso y porque sabe que ha llegado el día.

No muy lejos de allí, a la otra orilla del río, Paco se viste en casa de sus padres. El silencioso ambiente sólo se ve roto por alguna tímida carcajada, más fruto de los nervios que de otra cosa.

Pronto llega el resto de la familia a la habitación de Ana, los niños inundan de alegría todas las estancias y de sonrisas los rostros de los allí presentes. El hermano de Ana toma el vestido de novia y se lo cede a su hermana, ha llegado la hora.

Paco ya está en la Iglesia de Capuchinos, recibiendo a los primeros invitados antes de enfilar del brazo de su madre el pasillo que conduce hasta el altar. En cuestión de minutos Ana se bajará de un hermoso coche de época ayudada por su padre, quien le acompañará al encuentro de su futuro marido.